domingo, 23 de septiembre de 2012

SEPTIEMBRE
 Pasados los exámenes, empieza el nuevo curso. Esta vez quiero inaugurarlo con un texto de César Casal, publicado en La voz de Galicia el día 15 de este mes. Se titula "Septiembre y sus certezas":

Agosto se fue con una segunda luna inusual, o luna azul, con un reflejo singular. Llegó septiembre con sus certezas que van a menos o que parecen menos. Woody Allen estrena película. El comienzo de las clases. Esta vez, los universitarios primero que los pequeños, aunque no se sabe si son los universitarios los que tienen por delante un camino más largo. Los cursos para aprender idiomas. El alemán bate récord, aunque no se sabe si no nos iba mejor con aquella expresión que usaban nuestros padres y lo que sabíamos era latín. La realidad es una adivinanza y ya no se revela con fijador en laboratorio. Todo es digital, pero nada parece dejar huella. ¿Quién sigue mirando a los ojos para ver el baile de la llama del corazón? ¿Son las afectos, defectos? Los días son más cortos. Se terminan las luces largas del verano y llegan las cortas que anuncian que pronto declinaremos el otoño. Ya ni los partidos son los domingos a las cinco. Y hay que acostumbrarse y darle la razón al clásico. A Pessoa. Al de los heterónimos. Al desasosiego y a los tranvías. Al hombre de tinta de Lisboa que escribía en la música del portugués: «Todo lo que vemos es otra cosa».

TOCA ESCRIBIR:
Supongo que cada uno de nosotros, según su estado de ánimo,  según sus vivencias, o según su forma de comprender el mundo, sería capaz de confeccionar un texto inspirado en el anteriormente citado. Y eso es lo que propongo como primera labor de escritura. Pensad en todo lo que suele pasar por estas fechas, anotad lo que sintáis en este tiempo en que el verano toca a su fin y en que el otoño nos llama ya a nuestra puerta... y lo colgaremos aquí.



Bueno, los días han pasado y ya tenemos resultados. Algunos ven en el fútbol un recurso para salir de la melancolía que nos deja el final del verano; otros captan con todos sus sentidos la llegada de septiembre. Aquí tenemos unos ejemplos: 



Septiembre se está acabando con un tiempo inusual. Calor diurno, frío nocturno. A las 9 de la noche ya oscurece. Ya comenzó el otoño: estación triste, lluvia, frío, colegio… Los árboles quedan sin sus ropajes; las hojas en el  suelo lucen marrones. España, al borde del rescate. En la televisión solo oigo malas noticias. La única alegría es el fútbol de fin de semana. ¿Quién ganará, el Madrid o el Barcelona? Solo una duda en mi interior: ¿Mouriño y Sergio Ramos están enfrentados? ¿Cristiano Ronaldo sigue triste? Nuestra rutina rota gracias al fútbol.

(Raúl López Durán, 3ºA)


Septiembre es la época en la que el mundo empieza a entristecer. Los niños comienzan el colegio, muchas personas (las afortunadas que pueden) vuelven al trabajo después de unas maravillosas vacaciones, los ancianos ya no salen tanto de sus casas a sentarse en un banquito al sol, los días empiezan a ser más cortos y las noches, más largas; los árboles se desnudan dejando caer sus hojas para empezar un largo sueño hasta la primavera… Pero no todo es malo. Septiembre también es una época llena de paisajes preciosos, coloreados de verdes, marrones, amarillos y rojos que junto con el blanco y el negro, forman la tendencia de este año. En esta época también se pueden ver graciosas ardillas buscando comida y, según la zona, también majestuosos ciervos o bravos jabalíes. Además, es la época de soñar, en la que los niños juegan con las hojas secas, divirtiéndose como si no hubiera mañana. Después de todo, septiembre es una época genial.
(Martina Alján Poza, 3ºA)


Llega septiembre y trae consigo el mal tiempo. La lluvia que cae en las aceras borra las huellas  de sus compañeros junio,  julio y agosto. Llega como un huracán y reparte cansancio. Los primeros días del mes se llevan las ojeras. A finales de mes, los árboles sollozan lanzando lágrimas en forma de hojas castañas, secas ya y sin apenas vida. Cuando llega septiembre, se respira rutina. La carga de este mes llega en forma de libros de texto. Estamos en el mes en que el día se disfraza de noche.
(Icía Fernández Bouzón, 3ºA)


Veo septiembre triste, oscuro, deprimente, en blanco y negro, sin nada que me coloree la rutina. Nos llega gris, negro, marrón y azul oscuro. Lo veo con una sola cara, con un cielo nublado, con lluvia y tormenta. Es el final del verano.
Oigo septiembre sin ganas, escucho el sonido de la lluvia que cae sobre los sucios tejados, el ruido de una tormenta lejana. Oigo el ruido de los pies que machacan las uvas de la nueva vendimia. También oigo ya el ruido del timbre en los cambios de clase, el chapoteo de las botas contra los charcos y el sonido de la cremallera del anorak.
Septiembre me huele a mojado, a sucio, a un armario lleno de polvo. A vino, a madera de castaño, a castañas asadas, a agobio, tristeza o desesperación. Me huele a faltas de ortografía, a cuentas mal hechas, a pruebas iniciales suspensas.
Septiembre sabe a frutos secos, a nueces, a avellanas y castañas. Me sabe a manzana, a plátano y a sopa de calabaza. Me sabe al adiós a las ensaladas. Septiembre me sabe amargo, muy amargo, ácido, para nada dulce. Septiembre me sabe a algo nuevo y a nudos en la garganta.
Siento septiembre rugoso, duro, mojado. Siento deslizarse entre mis dedos las gotas que la lluvia dejó en mi ventana. Siento cómo la angustia se apodera de mi alma y me deprime como un demonio enfurecido. Siento septiembre frío, espeluznante, como una alergia que logra sacarme sarpullidos en la piel. Con él llegan los primeros matices del otoño y derrota al mejor verano con mis amigos.
(María Lago, 3ºA)


Pero resulta que Jessyca Ocampo se adelanta en el calendario y nos habla del invierno. ¿Por qué será?


Con la llegada del invierno dejamos atrás muchas cosas: la ropa de verano, los días largos, aquellos chapuzones en la piscina de algún amigo, y aquellos veraneos por la costa y con un calor inmenso.
Los pájaros emigran y algunas flores se esconden. Salen las nubes y con ellas, los chaparrones. Las hojas pasan de verde a rojo, luego a marrón, y por último, se caen. Algunas calabazas asoman por ventanas y balcones. Los abuelos vuelven a hacer aquellos cocidos que hacen cada año. Vienen las vacaciones de invierno, donde niños y no tan niños, aprovechan para pasarlo lo mejor posible antes de que vuelvan otra vez las clases. Niños que juegan intentando hacer un muñeco de nieve gigante, y otros saltan charcos. Algunos padres compran a sus hijos chaquetones tres tallas más grandes con la intención de que les sirvan un para de años más. Vuelven las terrazas vacías, los chocolates calientes. La calefacción alta y aquellos calcetines gordos que llegaban hasta las rodillas. Las películas en el sofá de casa en los días lluviosos comiendo palomitas recién hechas, y la manta que nos cubre hasta la nariz. Otra vez llegan aquellos gorros ridículos, y al mismo tiempo simpáticos, con un pompón en la cabeza. Se colocan las coloridas luces y los adornos en el árbol de navidad. Un nuevo año, y con él, las personas que se atragantan comiendo las uvas. El comienzo de un año nuevo. Llegan los Reyes Magos y con ellos, la ilusión de muchos niños y niñas que esperan sus regalos. De vuelta a las clases. Y así hasta que un día, se despejan las nubes y  vuelven las flores y los pájaros por la llegada de la primavera.
(Jessyca Ocampo, 3ºA)