martes, 1 de marzo de 2011

ALGUNOS MICRORRELATOS DE 3º: FOTO DE LA ESTACIÓN DE TREN

GONZALO OTERO (3ºA) :
Cuando llegaron a la estación, el reloj marcaba diez minutos más de la hora límite, así que -pensaron- el tren ya habría partido. Ese tren podría haber llevado a toda su familia a un lugar donde los robos, los insultos y los malos tratos por ser de raza negra, se acabarían.
De pronto, en medio de la desesperanza, el tren surgió por el oscuro túnel. Los ojos de la familia se iluminaron como el amanecer.
Dentro del vagón y ya en camino, la familia se empezó a imaginar cómo se adaptarían a la ciudad de los autobuses rojos, de los eternos días de lluvia y niebla, al lugar donde el fútbol y el rugby son sus buques insignia. Sabían que Londres no era, para nada y bajo ningún concepto,  el barrio marginal donde la raza negra estaba mal vista.
La familia Harrison llegó, por fin, al final del trayecto. El reloj de la estación marcaba las ocho y media... y ahí, en ese instante, se embarcaron en el nuevo viaje de la vida.

ISAAC REGUERA (3ºA):
Ella esperaba allí sentada, sola, en la estación de tren a las 8:15 de la noche. Mientras tanto, la gente en sus casas, reía, cenaba y se divertía porque era navidad. Ella esperaba a su familia, pero el reloj no acababa de marcar la hora de su llegada.
Era mayor, estaba cansada de tanto esperar allí, desolada. Murió esa misma noche, tumbada en el banco de la estación.

ISABEL GONZÁLEZ (3ºA).
Mientras en el reloj de la estación siguen pasando las horas, y a cada hora, un tren, yo sigo esperando el momento en que llegue ese tren con tu nombre.

ANA CASTRO (3ºA):
En la estación del tren. Llegaba tarde, muy tarde. El tren se acababa de poner en marcha. Oyó su sonido al final de la estación. Miró la hora y en efecto, había llegado bastante tarde, pero para la Muerte no era tarde; lo suyo sí que era llegar puntual. Y a él le había llegado su hora.

SERGIO ALONSO (3ºB):
El bullicio de la estación de tren, tanta gente corriendo con prisas de un lado a otro con sus maletas. Yo estoy sentado aquí en mi banco todos los días y me gusta observar desde él, lo que ocurre: la gente preocupada por sus cosas, los niños gritando y los padres desesperados. Ya está aquí el tren. Besos, abrazos, lágrimas y despedidas. Estaba tan sumido en mis pensamientos que no me daba cuenta de que me estaban hablando.
-¿Qué hace usted en esta estación abandonada?


DANIEL ÁLVAREZ (3ºB):
Mi reloj marcaba las nueve menos cuarto; como no me apurara llegaría tarde a recogerla. Había un atasco enorme y tardaría mucho en conseguir salir de él, y si llegaba tarde, no podría darle la sorpresa de estar esperándola en la estación. Tras mirar el reloj mil y una vez, parecía que los coches comenzaban a avanzar; por fin, finalmente y tras muchos adelantos y acelerones, llegué a la estación, aparqué el coche y fui corriendo hasta el andén. El tren no estaba allí, y era la hora y el día de llegada. Le pregunté a un anciano que había sentado en un banco, y me dijo que el tren aún no había llegado.
Me senté a esperar, mientras miraba el reloj de la estación y lo comparaba con el mío. La hora estaba bien. Pasó media hora y el tren aún no había llegado; después, los relojes marcaron las diez, ya era muy tarde y hacía frío para seguir allí. Entonces, preocupado, la llamé a su teléfono, pero estaba apagado. Me dije a mí mismo que debía seguir sentado allí, y eso hice; quizás el anciano se había equivocado, y ella iba en taxi hacia mi casa o quizás había perdido el tren... Así que esperé a ver si venía en el próximo tren.
El tren llegó, pero ella no estaba en él. Cuando emprendió el tren su marcha, mi esperanza se fue también. Regresé a mi casa, preocupado, e hice lo que una noche normal, la de todos los días sin ella.
Hoy, sentado en mi sillón, me acuerdo de aquel día como si fuera hoy y no hubieran pasado estos veinte años, y reflexiono. Mi espera por el tren fue efímera; mi espera por ella, eterna.

NOEMÍ VÁZQUEZ (3ºB): EL ÚLTIMO VIAJE
La alegría le invadió al pensar que él, la persona a la que siempre había querido, volvería de la guerra en menos de una semana. Cuando llegó el día del reencuentro, ella se vistió y peinó como nunca lo había hecho, con esmero; estaba radiante y solo pensaba en volver a ver los ojos que un día consiguieron hacerla tan feliz y que hacía tanto tiempo que no veía. Fue a la estación veinte minutos antes de la hora de llegada prevista. La espera parecía eterna... tantos años sin él, y ahora, a punto del reencuentro, el tiempo se dilataba y se hacía eterno. Cuando el tren, por fin, llegó, se dio cuenta de que él no estaba. Miró hacia todos los lados, recorrió angustiada las distintas puertas de todos los vagones, pero no había rastro. Desconcertada, sin saber qué hacer, escuchó junto a ella una voz que le decía: "lo siento mucho, tu marido falleció luchando como un hombre". En ese momento se le rompió el corazón, no podía imaginar una vida sin él ahora, ya nada tendría sentido rota la esperanza. Poco a poco, se acercó al borde del andén y se arrojó a la vía, justo en el momento en que el tren reanudaba su marcha.
El amor que sentía hacia él, hizo que se sacrificara su vida, pero al fin y al cabo, acabaron juntos en un paraíso desconocido para los vivos en un viaje hacia la eternidad.

IRIA LEDO (3ºB).
Estaba a punto de subirse al tren. Ya lo había hecho muchas veces, pero siempre para irse de vacaciones con sus padres.
Pero, a pesar de que sentía mucho miedo, sabía que era la única forma de escapar de la realidad, de la triste realidad.  Toda su familia estaba en su contra por ser adoptada y de color. Nunca le importó, porque sus padres la querían y la protegían; pero de golpe, un día, la vida le arrebató todo: sus padres murieron en un fatal accidente de coche. Sus tíos, a regañadientes, ella lo sabe, se tuvieron que hacer cargo de ella, y a pesar de que su tía intenta evitarlo, su tío la maltrata física y psíquicamente. Y se fue de aquella casa.
Pero en la estación se percató de que no tenía fuerzas ni para subirse a un tren sin rumbo. Nadie la despediría nunca ni nadie saldría a esperarla cuando llegara. Aquella estación vacía fue su vía de escape; por ello, decidió poner fin a su corta vida.

EDUARDO VIDAL (3ºB): PARTIR DE CERO
Yo, un vagabundo desesperado que a lo largo de mi vida he vivido siempre en el mismo banco de la misma estación, he visto miles de personas y he oído miles de historias, pero con el tiempo, me he dado cuenta de que yo tengo la mía propia, y por eso, escribo mi diario…
Así es como comienza la historia de un vagabundo y finaliza como un gran escritor de hoy en día con un best seller y un montón de premios reconocidos en el mundo entero.
MARÍA TELLERÍA (3ºC):
En cuanto recibí la llamada de teléfono me fui corriendo a la estación. Dejé, en la oficina, todo tirado y le dije a mi jefe que tenía una urgencia.En la llamada me dijeron que me esperaban en la estación a las ocho en punto para darme un paquete importante que sería esencial para mi futuro.
Llegué a la estación y no había nadie. De repente escuché un ruido en la vía y me acerqué a ver qué era. Me di cuenta de que había caído en la trampa. Alguien me agarró por detrás y todo se volvió negro.
SOFÍA  MARTÍNEZ (3ºC): EL TREN DE LAS 8.30.
        Se acercaba la noche. Era un día frío y triste. A María, sin embargo, le quemaba la piel. Su corazón latía a un ritmo vertiginoso.
    Acababa de entrar en  la vieja estación, el tren llegaría a las 8:30.
   Mientras esperaba, recuerdos tristes asomaban a su cabeza. Golpes, vejaciones, desprecios, insultos. Todo eso formaba parte de su vida en los últimos diez años.
   Carlos ya no era el mismo hombre del que se había enamorado. Se había convertido en un maltratador.
   María quiso dejarlo muchas veces, pero él se lo había impedido.
   Ya no podía más. Decidió escapar, que él jamás la encontrase, buscar su libertad.
  El tren llega. Pero...alguien, a sus espaldas, pronuncia su nombre. María se da la vuelta y sus esperanzas quedan truncadas.
   Las manos grandes de Carlos, esas manos que la habían llenado tantas veces de golpes, la empujan a la vía del tren justo cuando llegaba.
  María moría arrollada.
   Ella solo quería coger ese tren para que la hiciese libre.