martes, 1 de marzo de 2011

ALGUNOS MICRORRELATOS DE 3º: FOTO DEL OJO EN LA CERRADURA

PAULA RÍOS (3ºA):

  La bella durmiente seguía ahí, quieta, con la cabeza llena de miles de preocupaciones. Ya habían pasado cuatro años, y ella permanecía allí, inmóvil, ausente, sopesando sobre cuándo llegaría aquel caballero que le haría sentirse viva. Llegaban unos veinte hombres por semana y estaba cansada, cansada de hacerse la dormida. Se levantó, se alisó el vestido. ¡Los zapatos!¿dónde estaban sus zapatos? A ver, repasó cada cosa que había sucedido a su alrededor durante esos últimos cuatro años…Habían pasado por ahí miles de personas, ¿cómo se iba a acordar? ¡Sus zapatos! Estaba furiosa, cuatro años para esto.
Al otro lado de la puerta unos cuatro mil caballeros, campesinos y príncipes observaban por el rabillo de la puerta cómo la dama por la que tanto sufrieron, se levantaba furiosa por unos estúpidos zapatos, y sin embargo, no se había inmutado con miles de besos verdaderos.


GONZALO COUÑAGO (3ºA).
Cada vez que estoy espiándote a través de la cerradura, intento hallar la razón por la que al verte, me oculto de ti, e intento no pensar en lo difícil que me resulta traspasar la puerta y estar junto a ti.

GONZALO OTERO (3ºA):
Mientras el hombre espía, la mujer no se percata de que su acompañante no es el mejor. A la mañana siguiente, después de la locura de una noche de sábado, los agentes llaman a la puerta. El futuro del amante queda limitado a la soledad de las rejas.

PAULA FIGUEIRA (3ºA):
Te veo encerrado en tu habitación, sufriendo por un amor imposible, y  yo, como amiga tuya que soy, te debo apoyar, es lo que necesitas; pero el sentimiento que tengo hacia ti no es la amistad que esperas y solo puedo mostrarme ante ti a través del ojo de la cerradura. Hay una puerta cerrada que nos separa, y yo, también lloro como una tonta, por un amor imposible.

ADRIÁN REGUERA (3ºB):
A lo lejos vi una puerta con cerradura. Me acerqué y a través de ella, observé y sentí una brisa de aire que me hizo recular hacia atrás; luego, dejé de mirar. Al rato, me percato de qué era lo que me faltaba: "la libertad".

SANTIAGO HERRERO (3ºB):
Estaba intentando aprovechar la oportunidad. Puede que sea la última que se me presente... Me colé sin que me vieran en el comedor. Me preocupé un poco al ver que Carlos no regresaba, puede que ya lo hubieran capturado. Más tarde me aseguré de que no me estuvieran vigilando. Cuidadosamente me acerqué a la puerta. Miré a través de la cerradura... era ella...

RUBÉN CABALEIRO (3ºB):
La primera vez que vi por el ojo de una cerradura... perdí la inocencia.

EDUARDO VIDAL (3ºB): FELICIDAD ROTA
Cuando llegó a la puerta roja y antes de llamar,  miró por el ojo de la cerradura. Vio a una mujer muy guapa y en ese mismo instante, supo que sería la mujer de su vida.
Dos años más tarde, seguía viviendo con aquella mujer tras la puerta roja, con su perro y su gato, y cada día se fue sintiendo más feliz, hasta que un día vio un ojo azul en la cerradura de la puerta de su casa.

PAULA LOURIDO (3ºC): hace dos microrrelatos.
Una cerradura, una llave vieja..., no, era una llave vieja de un baúl, o eso creo, un hombre con unos ojos preciosos, azules, grandes, con unas pestañas muy largas, intentaba ver el interior del baúl por la cerradura de la llave antigua. Un cuadro precioso.
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Érase una vez una puerta encantada; era una puerta cualquiera de una pequeña casa en medio de ningún sitio, la cual llevaba a un país maravilloso, lleno de alegría, a un mundo deseado... Fin.
Después de escuchar el cuento, decidió observar por el ojo de la cerradura de su puerta, pero lo único que vio fue su pequeña salita. Definitivamente, ese mundo no existía.

CARLA LORENZO (3ºC):
Y el ojo curioso, observaba con atención a aquellas dos almas impuras.
SOFÍA MARTÍNEZ: AL OTRO LADO DE LA CERRADURA
  Susana es joven y hermosa. Conocedora de sus encantos, le gusta sentirse admirada.
   Está casada, pero con ellos también vive su cuñado. Estaba pasando por una mala racha y Susana y su marido decidieron echarle una mano.
   Desde hacía unos días Susana se sentía observada en su dormitorio. Estaba segura de que alguien estaba al otro lado de la cerradura; casi notaba su respiración.
   No le cabía la menor duda de que era su cuñado; siempre le estaba echando piropos.
   Pero Susana no se enfadaba, todo lo contrario; se paseaba de un lado al otro de la habitación en ropa interior, contoneándose.
   Siempre a la misma hora, así día tras otro, hasta que Susana decidió que era hora de poner fin a esto.
   Un día estando en su dormitorio escuchó un grito detrás de la puerta.
   Había caído en la trampa.
   Susana había puesto pegamento alrededor de la cerradura. Se fue hacia la puerta, la abrió y sorpresa. ¡Era su marido!