lunes, 14 de marzo de 2011

UN MICRORRELATO DE JOSÉ MARÍA MERINO Y DE OTROS AUTORES



Otra historia navideña, de José María Merino.

Entre los inmigrantes que habían arribado ilegalmente en la embarcación figuraban también dos subsaharianos, un hombre y una mujer en avanzado estado de gestación. Los agentes que suscriben siguieron su rastro por la rambla de Cala Carbón, desde la playa hasta unos antiguos establos que se encuentran unos cien metros al norte de la carretera del faro. Cuando los agentes llegaron, ya se había producido el alumbramiento. Unos pastores que tienen a sus rebaños en la zona habían prestado auxilio a los dos subsaharianos, que presentan síntomas de agotamiento y deshidratación. El niño ha muerto


  
 Historia de un cronopio, de Julio Cortázar

Un cronopio pequeñito buscaba la llave de la puerta de la calle en la mesa de luz, la mesa de luz en el dormitorio, el dormitorio en la casa, la casa en la calle. Aquí se detenía el cronopio, pues para salir a la calle precisaba la llave de la puerta.




La mujer transparente, de Ángel Olgoso

La mujer se desnuda, unta de miel todo su cuerpo con minuciosidad, se revuelca a conciencia en un montón de trigo dispuesto en el pajar, recoge parsimoniosamente los granos pegados a la piel, uno por uno, y elabora con ellos una sabrosa torta que dará de comer al hombre cuando regrese.
Con la leña del horno arden también pasadas aflicciones y crueldades, se queman una vez más temores y egoísmos, las lágrimas estallan de nuevo entre chispas esparciendo un fragante aroma que perfuma la casa como si fuese incienso. Los ojos de la mujer, vigilantes y esperanzados, se dirigen a la entrada y su corazón late con una fuerza que parece ensanchar las puertas. Se ha soltado la cinta del pelo y ha adornado la mesa con flores en torno al pastel incitador. Cuando el hombre llega, pasa ante la mujer sin detenerse y sin mirarla, anunciando que viene comido.

LA ALCOBA DE UN NIÑO
Umberto Senegal
Su íntimo amigo es un gnomo pensativo y silencioso, en una casa llena de seres fantásticos donde el niño no se atreve a revelárselo a sus padres. Para qué. Discuten por cualquier motivo y al insultarse interrumpen sus conversaciones con el gnomo. La madre llora cerca. Mira el cajón del escritorio donde guarda un revólver. El padre bebe ron y orina sobre el piso. El gnomo sabe que la madre rasga libros y desgarra las sábanas. El niño hablará con sus padres mientras discuten y confesará que en su alcoba hay un gnomo: “Tal vez si le cuentan a él…”. No le escucharán. Pasará sobre los vasos quebrados para encerrarse en su alcoba. Irá por el revólver.
Esa noche no vino el gnomo porque llovió hasta el amanecer. Cuando se lo llevaron, sintió tristeza sólo por el gnomo que se quedaba allí.

LISTA DE LA COMPRA DE JACK THE RIPPER
Laura Atas
Huevos
Limones
5 plátanos
3 onzas de patatas
Pan
Espinacas
3 navajas de diferentes tamaños
Tomates
Carne picada
5 pares de guantes
Detergente
1 trituradora


ÚLTIMO CUENTO
Juan Carlos García Rey
-En sus cuentos breves el tema de la muerte suele aparecer con cierta frecuencia, ¿a qué se debe?
-No es un tema privativo de mis cuentos, habrá notado que en la vida también suele aparecer con cierta frecuencia.
-¿No teme jugar con la muerte?
-Soy un escritor temerario.
-¿Qué está escribiendo ahora?
-Un cuento trivial: el escritor que dialoga con la Muerte y la muy pícara se sorprende en la mitad de una palabra.
-¿Cuál palabra?
-No sé, pero seguramente le va a faltar la última sílaba y el cuento quedará inconclu
CUENTA ATRÁS
Ángel Olgoso
Siete decenios. Seis trabajos. Cinco infidelidades. Cuatro operaciones. Tres hijos. Dos latidos. Un suspiro.
MASCOTA
Patricia Esteban Erlés
Tras la muerte de mi viejo perro me dio por ir a la pajarería y comprar un dinosaurio. Verde. Horroroso. Enorme. Cuando la chica de la tienda lo sacó de la jaula ya le tenía un poco de miedo, pero aun así pagué por ser su esclavo. Todavía crecerá bastante, me dijo la dependienta, mirándome con algo de lástima al devolverme el cambio. Pensé que con el tiempo me acostumbraría a su cara de ginecóloga sádica y al cráter de escamas y excrementos que sembraba entre mis sábanas cada noche. Pero con todo, lo peor de nuestra convivencia no era tener que dormir en el sofá o salir a la calle en busca de animales perdidos que calmaran su milenaria falta de escrúpulos. Lo peor era levantarse por la mañana, asomarse de puntillas al dormitorio y comprobar que, por desgracia, él seguía estando allí.

CASUALIDAD
Ángela Adriana Rengifo
Justo en el instante en que él se estaba afeitando, ella se duchaba.
Justo en el instante en el que ella se maquillaba, él leía el periódico.
Justo en el instante en el que él estaba desayunando, ella guardaba sus papeles.
Justo en el instante en el que ella empacaba su almuerzo, él acariciaba su gato.
Justo en el instante en que él daba instrucciones al portero, ella tomaba su café.
Justo en el instante en el que ella salía de la casa, él cogía las llaves del carro.
Justo en el instante en  que él pasaba con su carro, ella cruzaba la calle.